Sabemos que en los niños, las golosinas despiertan deseos tan especiales y que van más allá de saborear un rico chupetín o un caramelo tradicional y que prueban con un paladar más que exigente. Para nosotros, su felicidad no tiene precio, aquí en la gran ciudad o en el pueblo más recóndito, qué decir si ese mismo sentimiento es vivido por un niño al otro lado del mundo, en esos lugares con culturas tan diferentes a las nuestras pero idéntica en esos deseos. De esta manera es que llegamos por mar a destinos de Oriente, al fin de cuentas, bien vale la pena el esfuerzo que hagamos día a día para construir esos puentes que unan cada vez más a este mundo, alimentando la felicidad de cada niño que hace de motor para cambiarlo definitivamente y hacer realidad esa aldea global de la que tanto hemos escuchado.